Entonces, después de una
exhaustiva lectura y revisión de material audiovisual, nuevamente intento
responder a ¿qué es la literatura infantil?. En la entrada anterior de este
blog, hice un acercamiento muy somero a una probable definición, sin embargo,
ahora tengo la posibilidad de profundizar un poco más en la reflexión, siempre
considerando la nueva información adquirida.
Anteriormente intenté una
definición centrada en el concepto infantil,
dejando completamente de lado lo principal, que es la idea de literatura. ¡Qué falta de cuidado fue
olvidarlo o no darle la importancia que merece! Ese debió ser el punto de
partida de la reflexión desde un primer momento… Rebobinemos…
La literatura es en sí misma un
arte, una manifestación de una visión personal acerca del mundo interno y/o
externo de un determinado autor por medio de recursos estéticos. Esto último es
fundamental ya que, por definición y en espíritu, correspondería a una forma de
acceder al conocimiento del mundo desde una mirada completamente diferente a la
que propone la intelectualidad.
Lo anterior, es realmente similar
a lo expuesto por Liliana Bodoc en su texto “La literatura como discurso
artístico” en el que hace alusión a que el pensamiento poético (literario, si
se quiere) es previo a la escritura poética, es decir, es una forma particular
de ver y entender el mundo, lo que después de un proceso de reflexión,
concreción y edición pasa a un soporte de registro que, a su vez, significará
el acceso a la lectura para muchas personas.
Este tipo de pensamiento me
parece sumamente interesante ya que otorga a la literatura un valor en sí
misma, no se considera una mera forma de acceder al conocimiento, sino que la
presenta como una lógica distinta, alejada de la racionalidad.
Pero volvamos al adjetivo infantil… ¿cuál es la diferencia entre
la literatura para adultos y aquella dirigida a los niños? Resulta muy complejo
encontrar una respuesta, mas si tomamos en cuenta lo que señala Joel Franz Rosell
acerca de que “la literatura infantil es ante todo creación estética” y que “toda
obra maestra de la literatura infantil es el resultado de un descubrimiento, de
una invención, de una revelación, de un compromiso del espíritu del autor (…)
con las esencias y posibilidades de lo humano”, nos damos cuenta de que la
diferencia radical se encuentra en la edad de los receptores y, a partir de
ello, las capacidades de comprensión de un texto y los elementos de la propia
experiencia que permitan tal o cual interpretación del mismo.
En ese sentido, vale la pena
retomar parte de la entrevista a Gemma Lluch en la que nos señala que la
literatura infantil corresponde a los productos “pensados o comercializados o
editados en colecciones dirigidas principalmente a un público infantil y
juvenil”.
A mi juicio, no merece más
vueltas la respuesta a la pregunta planteada, más bien hay que enfocarse en
otra pregunta que haga referencia directa a la función y utilización real de la
literatura a nivel de escuela o institucionalidad, pero también socialmente, de
forma espontánea, en las mismas familias incluso. Así, me parece que,
considerando la naturaleza de la literatura, aquella de carácter infantil no
debiera ser instrumentalizada en ningún caso, por parte de nadie, sin embargo,
¿es posible no instrumentalizar algún tipo de conocimiento o de arte cuando se
trabaja en una institución o (inevitablemente) desde una cultura determinada?
Al parecer, mientras más aclaramos un punto, más se
difuminan otros… mejor, todo ahora es material para la reflexión…